Una vida saludable, es más vida

sábado, 27 de abril de 2013

COMIDA ORGÁNICA

 Cualidades reales o mercado "placebo"


Si al consumir productos orgánicos piensas que tu cuerpo recibe más nutrientes que los que proporciona un alimento común y corriente, científicos de Stanford han demostrado lo contrario.
Si bien han quedado demostrados los beneficios de los productos orgánicos contra los comunes y corrientes, un nuevo estudio en la Universidad de Stanford  ha desmentido que aquellos provean más nutrientes en comparación con los “normales”.
En la investigación, los científicos hallaron niveles bajos de plaguicidas en frutas y verduras. Sin embargo, el aporte nutrimental respecto a los demás productos resultó ser ligeramente variable.
Los investigadores Dena Bravata y Crystal Smith-Spangler llegaron a esta conclusión tras revisar 240 estudios que señalan minuciosamente el valor nutrimental de distintos alimentos orgánicos y no orgánicos. Asimismo, otros datos interesantes salieron a la luz, como la insignificante diferencia entre la salud de los consumidores de productos orgánicos y la de aquellos que comen productos también llamados clásicos.
Por otra parte, se encontraron pocas diferencias entre el contenido de vitaminas de los alimentos ecológicos y los “normales”, aunque la excepción es la leche que, según datos del estudio, en el caso de la orgánica contiene hasta 30% más Omega-3.
Además de esta creencia, muchos consumidores de estos productos juran que sus alimentos son de lo más sano, pero con el enorme crecimiento que esta industria ha tenido, resulta imposible que todos los alimentos que tengan alguna leyenda que los certifique como orgánicos y cumplan cabalmente con todos los requisitos para que sean legítimamente orgánicos. Una de las razones por las que los alimentos “orgánicos” no son más nutritivos podría tener que ver con que una serie de megacorporaciones que controla esta industria y determina qué ingredientes son aceptados dentro de la lista blanca de comida orgánica.
Las mismas mega-corporaciones de las cuales rehuyen los consumidores de productos orgánicos en realidad controlan esta multimillonaria industria y determinan que ingredientes son admitidos dentro de la todopoderososa etiqueta de “orgánico”
La etiqueta de “orgánico” en un producto, especialmente un alimento, se ha convertido en una fórmula mágica que nos hace sentirnos bien al tiempo que gastamos dinero extra para obtener un bienestar prometido. Sin embargo esta industria, la de la comida orgánica, al menos en su versión de supermercado, se ha convertido en una enorme fantasía cooptada por las grandes corporaciones de las cuales supuestamente huyen las personas que compran productos orgánicos.
En una lógica perversa el negocio parece ser redondo. Primero grandes corporaciones, del llamado Big Food, llenan los alimentos de aditivos, conservadores y demás “químicos” que contaminan la salud de los consumidores; se crea un movimiento de conciencia en torno a estos alimentos y se genera una industria que busca salvaguardar el bienestar del consumidor produciendo alimentos a la vieja usanza, manteniendo un estándar de calidad. Se populariza el término orgánico, un tanto difuso, para significar aquellos productos que no involucran métodos de producción moderna tipificados en el uso de pesticidas, fertilizantes químicos y modificación genética–en general que no dañan a los animales y al entorno en el que lo producen. Una especie de purismo ideológico que alimenta. Los químicos son los enemigos –aunque por supuesto todo organismo es químico naturalmente.
Buscar alimentarse sanamente y romper con la cadena alimenticia que controlan las grandes corporaciones, regresar a los pequeños productores y otorgarle ese valioso coeficiente, perdido en el proceso industrial, de hacer los alimentos con una intención de nutrir (“hecho con amor” es el slogán favorito), parece algo no solamente positivo sino incluso parte de la evolución humana. Sin embargo, ya sea por los invasivos y malignos tentáculos de las grandes corporaciones o por la ingenuidad del consumidor que lo que compra generalmente son ilusiones que satisfacen su producción de dopamina y reafirman cómodamente lo que quiere que sea la realidad, en muchos casos esta moda de alimentarnos de productos orgánicos no es más que un plácido y frívolo (aunque sea bienintencionado) autoengaño. Y ahora son las mismas compañías,  que producen  o producían alimentos casi venenosos, las que promueven los alimentos orgánicos, enarbolando un nuevo mito de comunión edénica a partir del poder inmaculado de la comida no alterada por los procesos industriales de la modernidad: un regreso a natura.
El New York Times publica un interesante artículo sobre la realidad detrás de la gran industria de los alimentos orgánicos, con un valor anual de hasta 30 mil millones de dólares en ese país. El hecho de que los consumidores estén dispuestos a pagar más dinero por un producto orgánico no ha pasado desapercibido para las grandes corporaciones de alimentos que, recurriendo a su varita mágica, el marketing, han logrado –sin que el consumidor lo perciba– tomar control del mercado e influir en cómo y en qué se etiqueta “orgánico”.
Muchas de los grandes nombres de los alimentos orgánicos han sido adquiridos por las grandes corporaciones de alimentos sin que esto llegue al conocimiento del consumidor. Bear Naked, Wholesome & Hearty y Kashi, pertenencen al gigante de los cereales Kellog; Naked Juice es parte de PepsiCo; y detrás de Walnut Acres, Healthy Valley y Spectrum Organics está Heinz, la marca de ketchup cuyo CEO participa en la reuniones Bilderberg. Esto no es todo, Coca-Cola, General Mills, Nestle, Kraft y otras megacorporaciones han “devorado la mayoría de la industria de la comida orgánica en Estados Unidos. Ingredientes puros, producidos localmente en pequeñas granjas familiares, no mucho, que digamos”, escribe Stephanie Storm en el New York Times. ¿Comprarías ese jugo de arándano orgánico si supieras que es producido a fin de cuentas por Coca-Cola? ¿Te sabría igual?
Así las cosas en Estados Unidos, pero seguramente también en muchas partes del mundo en las que se adopta el modelo comercial de este país. Especialmente en los grandes supermercados, donde a veces el mismo producto, sólo con la etiqueta mágica de “orgánico”, cuesta casi el doble. Si quieres comer “orgánico” lo mejor que puedes hacer es crecer tu propio alimento o comprarlo a personas conocidas que tengan huertos cerca de donde vives. Aunque claro que puedes seguir comprando comida orgánica en el supermercado y seguramente te sabrá mejor y hará mejor a la salud, bajo el efecto placebo –siempre y cuando esto le gane a la parte de tu cerebro que te dice que estás cayendo en un truco de marketing y acabas de desperdiciar tu dinero.  ¿Qué eliges? y ¿en realidad importa?

Después de leer esto, ¿crees que la comida orgánica, con un valor económico tres veces superior al de la demás, realmente te está alimentando mejor? 
Fuente: pijamasurf


No hay comentarios:

Publicar un comentario